(*) articulo realizado por Sonia Sánchez de Impact & Sustainability Consultancy

El pasado agosto, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicaba su sexto informe, reiterando lo que ya nadie (casi) pone en duda: el ser humano es el causante del calentamiento global y estamos inmersos en una crisis climática que sólo va a empeorar en las próximas décadas; olas de calor, lluvias torrenciales, elevación del nivel del mar, sequía extrema, incendios, escasez alimentaria y crisis humanitarias. ¡El futuro pinta movidito!

El informe es claro; para que los niños de hoy puedan tener un futuro, la sociedad debe de transformar radicalmente el modo en el que opera y reducir de forma drástica sus emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero. Como parte de la sociedad, la industria del juguete no puede ignorar su contribución al cambio climático.

El origen del calentamiento global son los gases de efecto invernadero. Energía, transporte y plástico son grandes emisores de estos gases, y la industria juguetera es altamente intensiva en los tres elementos. El informe de la UNEP “Valuing plastics” identificó en 2014 a este sector como el más intensivo en plástico.

Por supuesto, los juguetes no son la única causa del cambio climático, ni siquiera la principal, pero suman al problema y paradójicamente, comprometen el futuro de sus consumidores. Detrás de cada muñeca, de cada kit de construcción, de cada pelota, hay un enorme esfuerzo para asegurar que no contienen tóxicos ni peligro alguno para los niños. El cambio climático amenaza la salud y el futuro de esos mismos niños, y debería de ser considerado con el mismo rigor.

Mientras investigaba para la elaboración del libro blanco “Changing the World TOY BY TOY” tuve la ocasión de analizar las políticas de sostenibilidad de decenas de fabricantes y distribuidores de juguetes. Mi estimación es que no más del 20% sitúa el cambio climático entre sus prioridades y toma medidas significativas.   Ese 20% de empresas pioneras están liderando un camino lleno de retos; escasez de materiales reciclados y sostenibles técnicamente adecuados y asequibles, dificultades para reciclar los juguetes al final de su vida útil o una fabricación concentrada en el sudeste asiático que implica que cada juguete viaja miles de kilómetros hasta llegar a los mercados de consumo, con sus consecuentes emisiones de CO2.

Encontrar soluciones viables a esos retos supera con creces las posibilidades individuales de la mayoría de las empresas, lo cual limita su contribución a la lucha contra el calentamiento global y alarga el plazo que necesitan para reducir significativamente sus emisiones de gases de efecto invernadero.  Y esto es importante, porque según el informe del IPCC, para mantener el calentamiento global a niveles manejables es necesario actuar con decisión AHORA.

Esta situación en la que los retos superan las posibilidades de las organizaciones consideradas individualmente sólo tiene una salida; que las empresas jugueteras pasen de competir en sostenibilidad a colaborar en sostenibilidad, aunando recursos y esfuerzos que permitan corregir significativamente y en el menor plazo posible la huella de carbono de la industria del juguete en su conjunto. Del juego competitivo al juego colaborativo.

¿Colaborar en qué? En mejorar la tasa de reciclaje de los juguetes y desarrollar un circuito  circular que mantenga el plástico de alta calidad dentro de la industria, en promover la disponibilidad  de plástico reciclado  acorde a los estándares legales del sector juguetero, en acelerar el desarrollo de materiales renovables, en desarrollar mercados de segunda mano y servicios de reparación que prolonguen la vida útil, en promover prácticas sostenibles entre los proveedores o en promover una fabricación más cercana a los mercados de consumo. Todo ello contribuiría a la lucha contra el cambio climático a través de la reducción directa o indirecta de las emisiones de gases de efecto invernadero.